Amanecer de resinas: una ruta de campo

Ruta
Salimos antes del sol, cuando el aire todavía guarda el silencio de la noche.
El camino es corto y conocido: camas húmedas, hileras jóvenes, troncos con cortes ya cicatrizados.
No arrancamos nada. Observamos dónde la savia dejó pequeñas lágrimas después de la poda y tomamos solo lo necesario.
El resto queda para seguir su curso, como todo lo que aún tiene algo que decir.
Selección y cuidado
Buscamos exudaciones firmes y limpias, sin restos de corteza suelta.
Guantes de algodón, herramientas desinfectadas, frascos ámbar, etiquetas con fecha, parcela y observaciones.
Cada nota va a su frasco: lo cristalino se separa, lo más blando espera revisión lenta.
No hay prisa, solo atención. Lo vivo responde al ritmo de quien lo escucha.
Conservación
Sombra, sello, reposo.
Las resinas descansan en vidrio ámbar, lejos de la luz y de los sobresaltos del clima.
Anotamos su evolución día a día, porque el tiempo también deja aroma.
El reposo no es pausa: es el modo en que la materia ordena su voz.
Bitácora sensorial
Día 1: dulzor fresco.
Día 3: aparece una veta balsámica que aquieta.
Día 7: la nota se redondea, con fondo cálido.
No buscamos impacto. Buscamos presencia que permanece, aroma que recuerda sin imponerse.
Uso en taller
Una parte irá a maceraciones largas con aceites portadores, otra a pruebas de resinoides para perfumería.
No mezclamos por mezclar: cada lote tiene su historia y merece su silencio.
Si dos frascos no conversan, los dejamos hablar a su tiempo.
Ética de cultivo
Todo nace aquí: sembramos, cuidamos y podamos con criterio.
Devolvemos al suelo lo que corresponde, porque la abundancia también sabe detenerse.
Tomamos menos de lo que podríamos.
Cuidar es comprender que el equilibrio vale más que la cantidad.





